Hace algunos años que Dios está rompiendo los viejos paradigmas en los cuales crecimos: un ministro es alguien que tiene un llamamiento mayor a todos los demás, que pertenece a otra categoría. La fe y el trabajo nunca convergen realmente.
La verdad es que la fe y el trabajo están íntimamente relacionados. Todo está consagrado a Dios. Pablo dice: "En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier cosa, háganlo todo para la gloria de Dios" (1 Corintios 10:31).
Su llamamiento más alto no es ser un ministro sino convertirse en todo lo que Dios lo llamó a ser, es decir, una persona que glorifique a Dios en todo lo que hace.
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